La pandemia que nos asola, no es sólo una cuestión de salud, pues ha expuesto nuestra “naturaleza humana” en su versión más elemental. En un grupo social, sucede muy a menudo que muchos-potencialmente todos-sus miembros ejercen una presión social sobre el individuo, si a esto le sumamos el efecto de la “globalización”, nos encontramos con la aceptación “fácil y veloz” de cualquier novedad difundida por streaming. Así una sola persona o un grupo de ellas con cierta autoridad, lograrán transmitir un mensaje que será aceptado casi de inmediato por los receptores virtuales, en todas sus variantes.
De este modo nos han impuesto el “viajar” como sinónimo de “adquirir otras culturas”, sin darnos cuenta que la autoridad “cultural” que dirigía los destinos de viaje eran las empresas de turismo, entonces miles de personas son incitadas a viajar a “destinos exóticos”, “paradisíacos”, “de castillos medievales”, “selváticos de aventura extrema”, etc… según las necesidades económicas de la industria.
Si hemos sido observadores, veremos que para viajar se imponen “modas”, donde todo turista que se precie, debe ir a ése lugar en ése momento.
Claro está, también habremos notado, que el retorno del viajero, muchas veces no lo ha enriquecido culturalmente, pues sigue siendo el mismo ser humano que cuando partió.
En tiempos de banda ancha no hace falta viajar para saber cómo es la vida en el monte del Kilimanjaro, pero sí hace falta, para contarle al vecino que uno ha estado allí.
Viajar es muy lindo, para quienes disfrutan hacerlo por diferentes finalidades y entre ellas la “No finalidad” es una de las más comunes. Gente que viaja, con la única finalidad “del viaje”.
Como dije antes viajar no es sinónimo de adquirir cultura, mucho menos valores universales. Es en este punto donde nos encontramos ahora, con personas cuya escala de valores no les permite priorizar lo importante, lo urgente, lo necesario y lo que debe esperar. Personas preocupadas porque quieren viajar aún a costa de su salud, que regresan y no respetan las medidas de higiene y salubridad. Quien regresa de un país de circulación del virus y no se aisla, aplica la misma “ilógica” de quien no vacuna a sus hijos y no piensa en las consecuencias para los otros niños y los propios.
Para mucha gente el viajar se ha erigido en su forma de vida, como podemos observar en el fenómeno global de los “begpackers” o “mochilimosneros”, una palabra que se origina como mezcla entre backpacker (mochilero) y beg (pedir), son jóvenes mochileros occidentales que se dedican a pedir dinero para poder viajar. Una práctica que molesta a los locales de países pobres que no entienden cómo estos turistas que llevan objetos de valor como: tablet, móviles y objetos de marca, puedan pedir dinero para pagarse sus viajes, mientras la gente del país que lo hace es por una necesidad real y no un capricho. Llegar a mendigar para viajar, sería el medio para el fin.
Quizás estos tiempos pandémicos, sirvan para reflexionar…para leer más, pintar más, dibujar más, escribir más, “Ser” más.
Viajamos para concientizar respecto de lo mal que viven al otro lado del mundo, pero cuando esas personas vienen a occidente huyendo de esas condiciones inhumanas, las ignoramos.
Son tiempos de introspección, de reconocernos como seres humanos. Como dice Ortega y Gasset: “¿Y dónde va este absoluto Adán que es el pensamiento cuando se ve arrojado del Cosmos?. No tiene dónde meterse, tiene que agarrarse de sí mismo, meterse en sí mismo”… no tiene más que:Pensar