El uso político de la envidia:
la distribución de favores desiguales
Uno de los deseos más profundamente arraigados del hombre consiste en su afán de evitar la envidia. Debemos distinguir la envidia privada vulgar de la envidia legitimada de indignación popular; esta última será utilizada si un envidioso se hace juez, legislador o político y, en pos de sus seguidores, puede llevar a procesos sociales desfavorables para la comunidad.
Es una creencia común, pero poco estudiada, la siguiente idea compartida y generalizada: “está bien visto ser humilde y está mal visto ser rico”; con frecuencia, este pensamiento no se exterioriza, pero impregna las conversaciones y los debates mediante la forma de “prejuicio”.
La envidia no depende de la real desigualdad, pues esta puede desencadenarse ante una desigualdad mínima o inexistente; es algo subjetivo, la dinámica es variable y dependiente de cada persona y grupo.
La envidia socialmente conducida tiene innumerables utilidades, puede controlar inhibiciones sociales, regular, moderar y desatar conductas indeseadas.
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